Agrupación de Cofradías de Antequera

Plantilla creada por Conexanet

(1991) D. Antonio Alcalde Garcia - El Pregón

 

PREGÓN

Es un lugar común el decir que la Ciencia ha matado a la Fe y a los antiguos Dioses. El hombre actual espera de la Ciencia que lo haga inmortal en este mundo. Pero la decepción es evidente porque la Ciencia resuelve ciertos problemas materiales del hombre pero no aporta soluciones a su destino final: La Ciencia no da razón a la vida.

Henri Laborit.

Científico. Biólogo Francés.

Pequeño es el número de aquellos que ven con sus propios ojos y sienten con sus propios corazones.

Albert Einstein.

Científico. Físico y Matemático (judío-alemán-americano)

 

 

Excmas. e Ilmas. Autoridades.

Sr. Capellán de la Agrupación de Cofradías.

Sr. Presidente y miembros de la Asociación de cofradías.

Representantes, cofrades y simpatizantes de la Cofradías Antequeranas.

Señoras y Señores.

Amigos y familiares.

 

Algo debieron ver –o creyeron ver en mí- los responsables de la Agrupación de Cofradías al ofrecerme ser pregonero de la Semana Santa 1.991. Algunos de los amigos que juegan desde hace años un papel activo en la preparación, éxito y brillantez de nuestra Semana Santa me animaron a que aceptara, invitándome a que contara mis vivencias y mostrándome su seguridad de que “lo iba a hacer muy bien”. El Presidente de la Agrupación, mi buen amigo Federico Esteban, me convenció con su peculiar estilo y su constante ánimo.

 

En la soledad de mis pensamientos me resultaba extraño que alguien como yo, habituado -y limitado por formación- a transmitir la frialdad -sin adorno alguno- de los resultados científicos, a utilizar el seco lenguaje de la investigación farmacológica y biomédica, y a vivir ciertamente esclavo del hermetismo científico, se viera en el trance de pronunciar el pregón de la Semana Santa. Se rompía, además, conmigo la alternancia entre expertos oradores y expertos en Semana Santa antequerana que ha sido tradicional desde hace años. Yo no cumplía ni con una ni con otra condición. Yo sólo soy un científico.

A pesar de todos los condicionantes, acepté la invitación y me entregué con todo honor y agradecimiento a la tarea de dominar la frialdad de la mente y transformarla en calor del espíritu, a suavizar y lubricar la sequedad del lenguaje científico y a liberarme –algo al menos- de mi rigidez de razonamiento. De esta forma, pretendo acercarme a lo mucho que mis brillantes predecesores de años atrás han contado desde que existe esta tribuna o han transmitido por otros medios. He tratado, una vez más en mi vida, de ser buen alumno y de aprender; de saber lo que han dicho en sus pregones, de estudiar como lo han escrito, de escuchar como lo han dicho y de comprender las razones íntimas por las que lo han dicho. Aquí se ha expuesto a lo largo de los años hechos, historia, vivencias, recuerdos, realidades de un presente, deseos y esperanzas de futuro para nuestra Semana Santa. Se han hecho profesiones públicas de fe y religiosidad cristianas. ¿Qué puedo aportar yo?. Quizás algo de originalidad. Y por varias razones:

 

PRIMERA.

 

Porque aunque soy antequerano y ejerzo de antequerano vengo de lejos y lejos he vivido muchas Semanas Santas de mi pueblo en el recuerdo.

 

SEGUNDA.

 

Porque dada mi formación esencialmente científica quiero encuadrar este pregón, desde el punto de vista ideológico y afectivo, entre dos reflexiones de dos científicos del siglo XX: A. Einstein  y H. Laborit. Nuestra Semana Santa es el mejor escenario para recordar, en la era de la supertecnología, que “la Ciencia no da razón a la vida ni aporta soluciones al destino del hombre” y que “es el número de los que ven con sus propios ojos y sienten con su propio corazón”.

 

Quiero, además, que este pregón se mueva dentro del siglo XX con marco histórico dentro de este siglo y referencias históricas recientes.

 

TERCERA.

 

Porque quiero que mi pregón sea multidireccional y dirigido, por tanto, a los que viven la Semana Santa en su recogimiento de católicos -o cristianos- practicantes; a los oficialmente católicos –poco practicantes- que en estas fechas se acercan más al Dios en el que creen; a aquellos que sólo tienen un compromiso personal e íntimo con su Cristo o con su Virgen; a los que sólo aprecian la belleza formal de los desfiles procesionales; a los que aman las tradiciones de su tierra y ven en la Semana Santa únicamente una muestra sociológica, arraigada y profunda de nuestra cultura popular. En fin, a todos aquellos que de otras regiones o países nos acompañan para que se integren estos días con los antequeranos y vivan y sientan nuestras tradiciones.

 

CUARTA.

Porque este pregón se ha ido configurando –como la personalidad de su autor- por muy lejanos cielos, en muy distintos países, en muy distintas culturas, pero con un inconfundible sello antequerano –no malagueño- y andaluz –no sevillano.

 

QUINTA.

 

Porque voy a atreverme a imaginar sentimientos sobre nuestra Semana Santa y a expresarlos con letras y estilos de cante flamenco-andaluz; letras válidas para expresar sentimientos nobles y, en consecuencia, válidas para dirigirse a Dios, sin necesidad de recurrir a la Saeta.

 

HISTORIA RECIENTE DE NUESTRA SEMANA SANTA:

ENSEÑANZAS DEL SIGLO XX.

 

La historia remota de las procesiones de Semana Santa de Antequera, su esplendor en los siglos XVI y XVII y su asentamiento posterior, constituyen capítulos que ayudan a la compresión del momento actual. El Profesor y Diplomático D. Antonio de Luna, en su pregón de 1.950, sitúa el origen de nuestras procesiones justo antes de la conquista de Antequera por el infante D. Fernando en 1.410. El ejército cristiano iba a la batalla llevando en el centro en procesión, a la Virgen de la Esperanza. Considera D. Antonio de Luna este hecho histórico como el origen de la Semana Santa cristiana en nuestro pueblo. A esta primera procesión, de carácter militar, siguió una procesión de victoria y acción de gracias que se celebró en el recinto del castillo el 1 de octubre de 1.410. Excelentes trabajos de investigación histórica han ido revelando importantes datos sobre las más antiguas cofradías, siendo de resaltar la brillante y reciente aportación del Profesor Juan Manuel Moreno García sobre la Cofradía de Flagelantes de la Santa Vera-Cruz y Sangre de Jesucristo.

 

Mis reflexiones quieren centrarse en el siglo XX, con una perspectiva histórica mucho más reducida pero con indudable interés: ¿qué ha sido y qué sigue siendo nuestra Semana Santa como forma de culto público y colectivo y expresión del espíritu, en el siglo de los grandes progresos científicos, de los grandes cambios políticos, de la era espacial. En el siglo de las modernas comunicaciones. En el siglo en el que las Ciencias Biológicas avanzan hacia el conocimiento de la base genética de la enfermedad; en el que acabará siendo el siglo de los grandes logros de la Medicina; en el siglo de la ingeniería genética y de los organismos transgénicos?.

 

Yo, que soy de este siglo, que he ido formando y modulando mi personalidad en su segunda mitad y que he sido testigo y partícipe de nuestra Semana Santa, quiero prestar aquí mi testimonio.

 

Las crónicas de la primera mitad del siglo XX nos hablan de cómo en “nuestra Semana Santa se unen con la Religión el arte; con el arte, la tradición; y con la tradición el amor ardiente que los antequeranos sienten por su ciudad, su herencia artística, su historia y sus imágenes religiosas”. Las crónicas hablan también de otros aspectos más materiales: de la contribución de las fiestas de Semana Santa al desarrollo de la ciudad.

 

La organización de los desfiles procesionales es sucesivamente responsabilidad de la Junta de Festejos del Ayuntamiento y, más tarde, de una Comisión Gestora, hasta que se crea la Agrupación de Cofradías, (mencionada por vez primera en 1.943) con la “primordial finalidad de fomentar los actos externos de culto de las Hermandades y la piedad y caridad cristianas”, según reza en los estatutos actualizados y aprobados en 1.990 por el Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis.

 

Los desfiles procesionales en esta primera mitad del siglo no son constantes; alternan, según los años, las cofradías de Arriba, Abajo, Servitas y Soledad y Santo Entierro. A la variabilidad de la meteorología se ha sumado, con frecuencia, la variabilidad de los antequeranos. La lluvia –se lee con frecuencia- ha “amenazado porfiadamente” a la vez que los antequeranos no encontraban los “factores imponderables” que necesitan a veces para moverse. Los entusiasmos de última hora y la –calificada como providencial- actividad de algún grupo de antequeranos han permitido en muchas ocasiones la celebración de los desfiles procesionales. Es de resaltar, sin embargo, que siempre que ha tenido lugar una interrupción, la Semana Santa se ha reanudado con auténtica explosión de júbilo. Así sucedió con las interrupciones de los períodos 1.930-1.934 y 1.935-1.938.

 

Cuando tienen lugar, la prensa local destaca el esplendor de los desfiles procesionales, al tiempo que vierte algunas críticas sobre la pasividad de los antequeranos que ven cómo ciudades y pueblos de menor entidad se vuelcan en la preparación de los actos públicos de Semana Santa. A lo largo de la reciente historia se suceden brillantez e inhibiciones, y entre estos dos extremos, situaciones sencillas o inéditas, de profundo sentido cristiano, cargadas de valor y simbolismo. Me he permitido rescatar de los relatos locales algunas de ellas:

 

En 1.919, un grupo de antequeranos decide a última hora, con cuatro días de antelación, sacar en procesión a la Virgen del Socorro. Se prepara todo y la “Socorrilla” hace un desfile procesional el Viernes Santo, a altas horas de la noche, sola, en su trono, sin palio, sin penitentes, sin música.

 

Las crónicas no dicen lo que este pregonero ha imaginado: la Virgen pasaba en medio de un fervor silencioso; la gente se agolpaba en las calles y esbozaba una muda oración, a la sola luz de los candelabros, bajo un cielo iluminado por una gran luna que aprovechaba para asomarse para ver a la Virgen desde arriba, a su paso por cualquier esquina. El pueblo cantaría en silencio aquel fandango de Huelva en voz armoniosa de Paco Isidro:

 

Por la verea del cielo

La luna va caminando

De vez en cuando se para

por ver el color de tu manto

y los ojos de tu cara.

 

En 1.929, desfila en procesión de silencio, el Jueves Santo, el Cristo de la Salud y de las Aguas. Los penitentes, según las crónicas, lo hacen sobre caballos engualdrapados. La Semana Santa se engrandece con la vuelta de la Virgen del Consuelo.

 

La Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora del Consuelo vuelve a integrarse, después de lustros casi extinguida, en los cultos externos de la Semana Santa.

 

En 1.938, el paso de la Virgen de la Paz desfila como Virgen de Soledad detrás del cuerpo yacente de Cristo.

 

En 1.939, lo hace la Virgen de los Dolores.

 

En 1.948, la Virgen del Socorro.

 

Las Vírgenes de Antequera han querido así vivir la soledad y la tristeza de acompañar a su hijo que acaba de morir crucificado. El verso de Fray Esteban de Puente Genil sirve de silenciosa reflexión:

 

En el alma de versos toda llena

Lleva escrita una pena

Virgen, tu soledad.

 

El inicio de la segunda mitad del siglo XX coincide con mi transición de niño a joven estudiante que va a ir adquiriendo madurez y que se convierte en testigo vivo y participante directo en la conmemoración cristiana de la Semana Santa. Crecí, aprendiendo que Semana Santa significaba recogimiento y pronto comprendí que el recogimiento conducía a reflexión en sentido amplio: reflexión sobre el significado de la pasión y muerte de Cristo; reflexión sobre la actitud personal y el comportamiento ante la vida; reflexión sobre las relaciones con el prójimo. De esta amplia reflexión surgen con la madurez dos actitudes: tolerancia y respeto. La principal enseñanza de la Semana Santa es la práctica de la tolerancia y el respeto.

 

Crecí en un ambiente familiar:

Afectiva e históricamente ligado a la Archicofradía de Abajo.

Pero en el que:

Se admiraba y respetaba la Archicofradía de Arriba;

Y se destacaban.

La discreta seriedad de la Venerable Cofradía de Servitas y el silencioso dolor de la Virgen de Belén.

Y

La solemnidad del Cristo de la Misericordia y la originalidad asevillanada del paso de la Virgen del Consuelo.

 

Y, se recordaba con nostalgia a la Virgen de la Soledad.

 

En el mismo año 1.950 comienza a configurarse la Semana Santa actual con el primer desfile procesional de la hoy popular Pollinica, convertida en Cofradía de Nuestro Señor a su Entrada en Jerusalén y María Santísima de la Consolación y Esperanza. A la Semana Santa de Antequera le hacía falta un pórtico de pulcritud, inocencia y alegría. Y este pórtico se lo puso para siempre la Pollinica.

 

Un año después desfila, por primera vez, la nueva Cofradía del Santísimo Cristo del Mayor Dolor y Nuestra Señora del Mayor Dolor. El fervor por el Mayor Dolor sale de la Iglesia de San Sebastián y se traslada a la calle cada miércoles santo durante el desfile procesional de una de las imágenes más venerada de Antequera.

 

En 1.955 sale en procesión Nuestro Padre Jesús Rescatado, el Cristo del Rescate, del Convento de los Trinitarios. Acompañado por la Virgen de la Piedad, se consolida como la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Rescatado y María Santísima de la Piedad. El pueblo de Antequera se convierte en una unánime petición y vuelve a repetir en la calle lo vivido semanas antes en el templo.

 

1.960 ve como las inquietudes estudiantiles por sumarse a la conmemoración cristiana de la Semana Santa con algo propio, cristalizan en la creación de la Cofradía de los Estudiantes: Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Sangre, Santo Cristo Verde y Nuestra Señora de la Santa Vera Cruz.

 

Cofradía de contrastes:

 

Porque se funda con la participación de un grupo de estudiantes justo en los preámbulos de los movimientos estudiantiles iconoclastas de comienzos de los sesenta en USA y culminados en el Mayo del 68 francés.

 

Porque la inmadurez y falta de experiencia de la juventud se torna en eficacia organizativa.

 

Porque el bullicio y la estridencia de los jóvenes son relevados, sorprendentemente para muchos, por el orden, el silencio y la espiritualidad.

 

Mi acercamiento discreto y anónimo a algunos actos de esta cofradía y algunos contactos recientes con sus responsables me han permitido revivir aquellos años 60 y 61 y comprobar que las nuevas generaciones siguen manteniendo el mismo entusiasmo e idénticos principios.

 

El año 1.961 se abre un largo paréntesis en el que este testigo, ya en plena madurez, inicia su andadura en la investigación científica, lejos de Antequera y de Andalucía, y va a vivir sus otras Semanas Santas en la lejanía, pero siempre bajo el signo del recuerdo y de la reflexión.

 

Ángel Guerrero, en un articulo de 1.971, rememora lo que es vivir una Semana Santa fuera de Andalucía: es estar continuamente recordando los pasos, desfiles y vegas de Antequera. Para alguien como este pregonero, que ha vivido largos años fuera de Andalucía y de España, los recuerdos de estos días cobraban siempre sentida relevancia. Ahora se amontonan con nitidez y algunos de ellos aparecen con intensidad que huele a cercanía en el espacio y en el tiempo:

París, la “ville lumière”, la ciudad de la luz, resplandece de forma distinta los días de Semana Santa. No es impresión. Es una realidad. Los visitantes se agolpan en los alrededores de la Catedral de Notre Dame. Semana Santa de 1.967 y 1.968. En compañía de algunos amigos también investigadores me acercaba por las orillas del Sena hacia Notre Dame, y allí en la proximidad de la gran catedral, relataba a mis amigos lo que era una Semana Santa en Antequera. Horas y horas de paseo, de conversación, a veces vehemente, hasta que los pasos de aquel día volvían en mi mente y en mi corazón a sus iglesias...

 

Buque oceanográfico “Pluteus”, adscrito al Centre National de la Recherche Scientifique. Semana Santa de 1.971. Experiencias en alta mar, guiados por una tripulación del Comandante Cousteau. Días y noches de trabajo en alta mar en unos experimentos científicos sobre el posible origen del colesterol en organismos unicelulares marinos. Y recuerdo imborrable en la soledad y el silencio, frente a las costas de la estación oceanográfica de Roscoff: allí estaban presentes las procesiones de Antequera.

 

Filadelfia. Riddle Memorial Hospital. Jueves Santo de 1.972. Mi hija Mª Luisa venia a este mundo a la misma hora en que las armadillas hacían su desfile en la lejana Antequera...

 

Queda expuesta esta breve y simple historia de la Semana Santa de Antequera en el siglo XX: mezcla de relatos publicados y de experiencias personales del pregonero en Antequera y en la lejanía.

 

DE ANTEQUERA Y LOS ANTEQUERANOS.

 

Nuestra Semana Santa tiene un marco, Antequera, y unos artífices, los antequeranos. Yo querría esbozar aquí unas pinceladas sobre el marco y sobre sus artífices: ambos dan ese carácter tan peculiarmente antequerano

 

La primera pincelada viene de la pluma del Profesor Juan Manuel Moreno en su pregón de 1.979 cuando afirma: “Antequera no puede salir de su casa. Está definitivamente anclada en su vega. No es como otras ciudades que están a la orilla del mar o al borde de los grandes ríos, que viajan y vuelven después enriquecidas sobre sí mismas. Antequera, solitaria y pura, no tiene más salidas al exterior que las murallas de su castillo, las vigías de sus campanarios y el angelote de la torre de San Sebastián”. Esta es Antequera. Este es el marco. Marco que inspira a Mariano B. Aragonés en 1.929: “El visitante a Antequera, ante la sugestión de la simple ciudad que se adentra en su alma para no salir más de ella, cree y ama. Cree, para ser digno de Dios. Ama, para demostrar así la razón de vivir”. Segunda pincelada.

 

En este marco viven los antequeranos y en este marco escenario de entusiasmos frente a la frialdad, brillantez frente a inhibiciones, dedicación sin limites frente a apatía: Antequera, en fin, como escenario de comportamientos contradictorios e “incomprensibles” en los que hay que buscar un fondo de estoicismo, doctrina cuyo ideal lo constituye el sabio que vive conforme a la naturaleza, domina sus afectos y soporta sereno el sufrimiento; y de senequismo, que no es más que un estoicismo de fondo religioso. Hay un senequismo latente en los antequeranos, en todos los niveles, incluso en los más elementales, en el pueblo que no entiende de altas filosofías. Senequismo que se traduce en esos comportamientos “incomprensibles” y que se observa en la expresión de muchos cantes andaluces.

 

Algunas de esas actitudes antequeranas, tan senequistas en su aislamiento y tan aparentemente llenas de apatías y frialdad, quedan reflejadas en los versos de Lope de Vega:

 

A mis soledades voy

de mis soledades vengo

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos.

 

Versos que tienen su expresión popular en esta soleá de Antonio Mairena:

 

Mucho tengo que decirte

pero me llama el silencio

yo te lo digo callando

pero se entera mi cuerpo.

 

Actitudes silenciosas, por otra parte, llenas de nobles sentimientos, como se recoge en estos versos anónimos de 1.961.

 

Si alguien te alza la mano

o te ofende Jesús querido

te juro Señor Soberano

que ese no hubo nacido

bajo cielo antequerano.

 

O en ese fragmento de Rafael de la Linde:

 

Y el corazón de este pueblo

de Antequera

que alcanzar de la Virgen siempre

espera

una paz... un amor... y unos favores.

 

SENTIMIENTO EN CLAVE DE CANTE FLAMENCO ANDALUZ

 

Nuestra Semana Santa, configurada con la inclusión de las cofradías que han ido naciendo desde 1.950, está llena de momentos que inspiran expresiones de sentimientos variados. Cada día está impregnado de un aire peculiar, de un olor y de un clima que rodea a cada procesión. Este pregonero quiere decir cosas a “su” Semana Santa y las quiere decir de forma escueta, profunda y en lenguaje de cante flamenco andaluz:

 

A La Pollinica, pórtico de pulcritud en el Domingo de Ramos, por  alegrías de Cádiz.

 

La Pollinica salía

Ya Cristo en la calle estaba

La Pollinica salía

y la gente de Antequera

rezaba por alegrías.

 

A los Estudiantes en su Lunes Santo, recordarles, con este fandango de Valverde, las limitaciones de la Ciencia y la Tecnología.

 

Al cielo pedía clemencia

un sabio ya en su agonía

porque ya no le valía

ni el talento, ni la ciencia

ni todo lo que sabía.

 

Al Cristo del Rescate, en el martes de petición unánime, esta letra en compás de tientos.

A mi Cristo del Rescate

que esta allí en la Trinidad

Por Antequera le pido,

por su tierra, su gente y su paz.

 

Al Mayor Dolor, en ese miércoles de fervor, con letra y ritmo de petenera.

Orden, fervor y silencio

que pasa el Mayor Dolor

toda Antequera se asoma

para ofrecer su oración.

 

A la Virgen del Consuelo, en la luminosidad del Jueves Santo, este fandango de Lucena, tomado prestado de María La Talegona, aquella mujer de pueblo que cantaba muy bien a las Vírgenes y que aseguraba que cuando ella campaba a la Virgen, la Virgen le sonreía.

 

A visitarte he “venío”

madre mía del Consuelo

tú que tanto poder tienes

dame lo que te he “pedío”

tu “pués” hacerlo si quieres.

 

A la Virgen de los Dolores, ese mismo Jueves Santo, compartir su pena con esta soleá de Joaquín el de la Paula.

 

Si yo pudiera ir tirando

tus penas a los arroyuelos

hasta las aguas del mar

iban a llegar al cielo.

 

A la Virgen de la Paz, cuando de noche pasea su tristeza hacia Santo Domingo, por soleá.

 

Es noche de Viernes Santo

y vuela una soleá

el pueblo viene a rezarte

Virgencita de la Paz.

 

La Virgen del Socorro, en su subida al Portichuelo, inspira la confesión sincera, como aquella de “La Trini” en su desgarradora malagueña.

 

El camino de la “vía”

regando voy con mi llanto

son tan grandes mis quebrantos

que tengo la fe “perdía”

y el mundo me causa espanto.

 

Cuando avanza la noche del Viernes Santo, y la Virgen de la Soledad pasea sola detrás del Santo Entierro, surge el dolor expresado en forma de seguirilla.

 

Hasta el alma me duele

de tanto llorar

Porque mi pena nunca

va a menos

siempre va a más.

 

RESUMEN, DESPEDIDA, CONFESIÓN PÚBLICA Y PROMESA.

 

Este pregón toca a su fin y el pregonero quiere resumirlo, al igual que en la introducción, de una manera multidireccional, recordando y anunciando que comienza la Semana Santa y pidiendo a cada cual una actitud en consonancia con sus creencias y sensibilidad. Pediré recogimiento católico a los que viven su fe religiosa; reflexión, tolerancia, respeto, generosidad y participación a todos. A los que admiran el saber, los grandes logros científicos, las tecnologías de futuro, les recordaré que la “Ciencia, por si sola, no da la razón a la vida” ni “aporta soluciones al destino final del hombre”. El sabio pueblo andaluz lo expresa con este fandango en la desgarradora voz de Paco Toronjo.

 

La libertad yo no entiendo

por más vueltas que le doy

Estoy “sobrao” de talento

pero sigo prisionero

de mis propios pensamientos.

 

Recordaré y pediré a todos que nuestra Semana Santa ayude a que cada cual, “vea con sus propios ojos y sienta con su propio corazón”. O como lo expresa una vez más al pueblo sabio. “que nadie le ponga riendas al corazón”.

Este pregonero quiere, finalmente, hacer una pequeña confesión pública y una pequeña promesa en letra de fandango de Alonso y Cané: “A Antequera que es mi pueblo y a su Semana Santa que es la mía”:

 

Yo nunca he dejao de verte

ni con los ojos “cerraos”

así será hasta mi muerte

aunque no viva a tu “lao”

no dejaré de quererte.

 

Madrid, Abril de 1.991

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