Agrupación de Cofradías de Antequera

Plantilla creada por Conexanet

(2000) Doña María del Carmen Villalón Artacho - El Pregón

 

Muchas gracias. Gracias de corazón, Gerardo, por tus palabras. Estoy segura de que el hecho de ser compañero en la profesión y en actividades afines al mundillo procesional, te  ha llevado a hacerte cargo de mi presentación hoy y te ha dictado las palabras que acabas de pronunciar.

 

Vosotros, familiares, amigos y conocidos aquí presentes, sabéis de sobra lo que hay de verdad; por ello no creo necesario afirmar lo que hay de exceso en elogios.

 

Lo que sí es cierto, y también  sobradamente conocido, es mi amor incondicional y mi voluntad de servicio a cuanto se relaciona con la Semana Santa.

 

Gracias también, a la banda de música de la cofradía de la Vera-Cruz, de Almogía,  sus notas musicales me han evocado, el caminar que juntos hacemos el Lunes Santo.

 

Paso, sin más, a lo que hoy me tiene ante vosotros

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 

La Agrupación de Hermandades y Cofradías me ha encomendado  anunciar los desfiles procesionales de nuestra  Semana  Santa en este año 2000. Lo hago hoy día 9 de Abril  en  este templo de San Pedro, parroquia donde fui bautizada y en la que han tenido lugar casi todas las celebraciones de la Fe en nuestra familia.

 

Dice Laín Entralgo que

“El saber histórico es un recuerdo al servicio de una esperanza”

Al  recordar, me vienen a la memoria “rostros” de personas, alguna de ellas particularmente querida, que  “pregonaron“ nuestra Semana Santa;  “rostros” de los que cada año  se emocionan  cuando una imagen ocupa  su  lugar en   el   “trono”; rostros de quienes, aún estando lejos, reviven en estos días  cada uno de los “momentos” que tienen grabados en su memoria   hasta el punto de disfrutarlos; rostros infantiles que atisban el paso de la imagen con asombro en la mirada y en el corazón. Rostros de Evangelio que, en dos mil años de historia, han sido el espejo en que se miraron en ellos nuestros artistas, convencidos de que “La belleza, como la verdad, trae el gozo al corazón de los hombres y es un fruto precioso que resiste el desgaste del tiempo, que une las generaciones y las comunica en la admiración” (cfr. Mensaje de la Santa Sede  para el Jubileo de los artistas)

 

Tengo tras de mí  el apoyo de los guiones que representan a cada una de las Cofradías y Hermandades y  el de un  “curioso trono”: el que  ocupa el Altar Mayor de esta Iglesia de San Pedro. Me refiero a un Cristo y a un palio. El Cristo, el Santísimo. Cristo de las Penas, el palio,  el  baldaquino -de inspiración italiana  y siloesca- que fue proyectado hacia 1.578  para  la Colegiata de  Santa  María la Mayor.

 

En la Historia de Antequera,  del  Padre Cabrera, y en la de M. Solana  nos lo describen así:... el baldaquino de madera, de cuatro columnas dóricas sostenidas sobre cuatro pedestales de piedra colorada bruñidas y labradas, sobre las que se asienta una cúpula de media naranja  toda dorada y pintada por dentro y por  fuera con remates en las columnas ; su linterna y sobre ella una cruz con un crucifijo  pintado en ella...

 

Bajo la gran cúpula del baldaquino se encontraba el Tabernáculo  que preside hoy el Altar Mayor de la iglesia de San  Sebastián,  mi parroquia.  ¿Pura coincidencia?

 

Ante este “trono-altar” de mis primeros pasos en la Fe, lanzo para vosotros mi Pregón.

 

 

Ilustrísimo. Sr. Alcalde, Reverendo. Arcipreste de la Ciudad,  Reverendo Capellán de la Agrupación, Sr. Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, miembros de la Junta Permanente, Hermanos Mayores de las distintas Hermandades y Cofradías, cofrades y amigos todos.

 

PREGÓN JUBILAR

 

¡AÑO JUBILAR! Dos mil cumpleaños de Jesucristo.

 

¿Cabe un acontecimiento tan de alcance universal en los límites de nuestra geografía antequerana?

 

¿Cabe esta celebración en un acto de la Agrupación de Hermandades y Cofradías? ¿Cabe en un Pregón de Semana Santa?  ¿De nuestra Semana Santa?

 

Puede servirnos de respuesta la  Carta Pastoral de los Obispos del Sur de España, que se cita en el Plan Pastoral Diocesano para el año 99-2000:

 

“ La fisonomía de Andalucía está configurada por la fe cristiana, y no se puede definir nuestra identidad andaluza de hoy sin referencia al hecho más decisivo de su historia, que es el cristianismo. Pretender arrancar a Jesucristo de la identidad de nuestros pueblos, o reducir la fe cristiana a un elemento más de esa identidad junto a otros, o a un hecho del pasado, que permanece sólo como residuo cultural, estético o folclórico, es hacer una terrible injusticia a la verdad histórica y a la realidad presente de Andalucía.

No sólo cabe el Gran Jubileo en el ámbito de nuestras Cofradías y nuestra Semana Santa. Es que “Las Hermandades y Cofradías, como  “asociaciones de fieles cristianos conscientes de su pertenencia a la Iglesia”, llevan en su entraña misma el espíritu de toda celebración jubilar”.

 

Examinemos las CLAVES PARA ENTENDER EL JUBILEO:

 

La peregrinación:  “A lo largo de la historia, la institución del Jubileo se ha enriquecido con signos que testimonian la fe y favorecen la devoción del pueblo cristiano. Entre ellos hay que recordar, sobre todo, la peregrinación,  que recuerda la condición del hombre, a quien gusta describir la propia existencia como un camino. Del nacimiento a la muerte, la condición de cada uno es la de homo viator. [...] La historia de la Iglesia es el diario viviente de una peregrinación que nunca acaba [...] La peregrinación ha sido siempre un momento significativo en la vida de los creyentes, asumiendo en las diferentes épocas históricas expresiones culturales diversas. Evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor.” (I.M.7)

 

Es esencial a una Cofradía “salir” y caminar “en esfuerzo compartido, ayuda mutua, riesgo de la ruta, ir al encuentro, alegría de la meta”  llevando por nuestras calles y plazas el Misterio divino del Hijo de Dios que padece y se entrega a la Muerte para redimir a la Humanidad. Y en ese peregrinar al compás de Cristo la Cofradía experimenta que “hay personas que dejan tras de sí como una carga de amor, de sufrimiento aceptado, de pureza y de verdad, que llega y sostiene a los demás” (I.M.10)

 

La Puerta Santa: atravesar el umbral de la Puerta Santa es acceder a la Divina Misericordia.  Cuando un Paso cruza la Puerta de su Templo comienza el peregrinar de penitentes junto a Cristo  que reparte Misericordia e invita a la Misericordia; y el andar en fe junto a la Reina y Madre de Misericordia, hecha Piedad, Consuelo, Paz, Dolor, Socorro y Esperanza, Soledad  en el Mayor Dolor del corazón maternal traspasado junto a la Vera Cruz del Hijo que redime.

 

Y al abrirse de nuevo la Puerta, al filo de la madrugada, para acoger la vuelta de la Cofradía, ¿quién no adivina a Cristo con las manos y el corazón rebosando de pena y de gozo por el dolor que contempló a su paso, por el amor que recibió a raudales de los labios y el corazón de su pueblo suplicante y agradecido?. Trae la Señora en sus manos la plegaria y la fe de sus hijos para irlas presentando a la Divina Bondad, más allá de las luces y flores, más allá del mecer de los tronos, más allá del sonar de las bandas, más allá de la noche y el crujir de los goznes del portón que se cierra.

 

Cristo en el humilde trono de un borriquillo, Cristo orando, maniatado y sujeto a la columna, avanzando con la Cruz entre sus manos, caído, crucificado, muerto, vivo y lleno de gloria resucitada, es la prenda segura y señal clara de otro gran elemento del Jubileo: La Indulgencia, ese  “precioso don por el que Dios extiende sobre el mundo su misericordia, manifestación de la plenitud de la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos con amor” (cfr.I.M. 9)

 

El Papa Juan Pablo II nos invita a considerar “otros posibles signos de la misericordia de Dios que actúa en el Jubileo”; entre ellos “La purificación de la memoria”. “Ante todo, - dice el Papa-,  el signo de la purificación de la memoria, pide a todos un acto de valentía y humildad para reconocer las faltas cometidas por quienes han llevado y llevan el nombre de cristianos(I.M. 11)

También este signo tiene lugar en las Cofradías.

 

Me vais a permitir citar como ejemplo los Estatutos primeros –me remonto al siglo XVI-  de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Sangre. Allí leemos con detalle cuantos preparativos son necesarios para la Estación de Penitencia, en los umbrales de la Semana Mayor. Y no sólo preparativos materiales: cera, flagelos,... también, y sobre todo, la preparación del corazón: El Domingo de Ramos, en la asamblea de la Hermandad, los miembros que durante el año se han ofendido o enemistado,   han de confesarlo en público y hacer  ante todos un acto de valentía y humildad para reconocer las faltas cometidas; y así entrar reconciliados a celebrar los Misterios de la Pasión y Muerte del Señor Jesucristo.

 

Os hablaba del siglo XVI. Hoy también, todavía, en la Hermandad se realiza cada año esa “purificación de la memoria”

 

No sería completa la identidad de una Cofradía sin que  brille en su espíritu y en su acción la virtud por excelencia del cristiano: la Caridad. Con las diversas formas que ha ido tomando a través del tiempo; con la urgencia de cada época y cada lugar; con el ingenio que el Espíritu concede a cuantos se dejan guiar por su Fuerza y su Luz. Traigo aquí las palabras  de la Bula con la que se convoca el Gran Jubileo del año 2000: “La Caridad nos abre los ojos a las necesidades de  quienes viven en la pobreza y en la marginación. No se puede alcanzar un progreso real sin la colaboración efectiva entre los pueblos de toda lengua, raza, nación y religión. Se ha de crear una nueva cultura de solidaridad y cooperación internacional... al servicio de la persona.[...]. Poner remedio a la pobreza es una obra de paz. ¡Qué este año de gracia toque nuestro corazón! (cfr.I.M.12)

 

La contemplación del Cristo paciente, benigno, sublime que ponen ante nuestra mirada todas y cada una de las Cofradías, nos habla del “amor hasta entregar la vida”. Él es quien da sentido a cuantos a lo largo de los siglos han dado su vida en el martirio, sufrido como prueba de la verdadera fe. Cuando en la celebración del Jubileo se nos invita a considerar  La Memoria de los mártires, nuestras Cofradías afianzan su voluntad de mostrar al Redentor y a su Madre –la Reina de los mártires- porque saben que “el martirio es la demostración más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta(I.M.13)

 

Cierto que “las Cofradías tienen en su entraña el espíritu jubilar”. Vosotros, cofrades, sabéis bien los desvelos y trabajos hasta “cruzar la Puerta” que abre la peregrinación a través de calles y plazas; vuestro cariño y laboriosidad miman la figura del Cristo Misericordioso y la Madre de Misericordia que atraen las miradas y purifican los corazones, que muestran la suprema lección del Amor hasta la muerte.  Pero, si estas señales no se aprecian justamente; si la indiferencia o la mezquindad no valoran esa labor tenaz e ilusionada; si la frialdad de espíritu no permite a alguno leer el mensaje de Fe que se contiene en la Cofradía...  Si esto sucede, hermanos cofrades, hay una señal indiscutible –como afirma el apóstol- es la CARIDAD. Esta será la prueba suprema de que la Cofradía está viva y de que en ella vive el espíritu jubilar. Esta es la acción cofrade por excelencia. Este es, quizá, el reto que en el umbral del tercer milenio se abre para que en verdad, se abran los ojos a las necesidades de  quienes viven en la pobreza y en la marginación, se ayude a crear una nueva cultura de solidaridad al servicio de la persona, acojamos el 2000 como año de gracia, toque nuestro corazón y   hagamos nuestro el convencimiento de que poner remedio a la pobreza es una obra de paz. (cfr.I.M.12)

 

¿Cómo hacer Caridad de la buena? Me diréis. ¿Cómo practicar el bien sencillamente, en un mundo de estadísticas y pantallas? ¿Cómo hacer eso de que “no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha?”

 

Tomo esta última expresión, por la riqueza de la imagen. ¿Habéis observado cómo la mano misma puede ser expresión de las Cofradías? Más aún: de la Agrupación de Cofradías.

 

Mirad las manos: Su propia estructura entraña unidad y diferencia, palma única, centro y raíz de donde parten los dedos –distintos en lugar, tamaño y función-; espacios que permiten la movilidad y relación.

 

El Papa Juan Pablo II, cita a San Efrén el sirio a quien gustaba comparar la vida con los dedos de la mano: para indicar que cada etapa de la vida, al igual que cada dedo, tiene una característica peculiar; y los cinco dedos representan los cinco peldaños sobre los que el hombre avanza.

 

Así veo yo a nuestra Agrupación: Nueve Cofradías. Si  cada una  repasa su historia, puede verse meñique, pulgar o corazón –según la época-. Y hasta puede verse espacio, aparentemente inútil, que hizo posible la acción y relaciones del conjunto. Hoy mismo, en este cruce de siglos y milenios, ¿no es cierta la diversidad, que enriquece la unión?. Sólo habrá mano completa, perfecta, capaz de tenderse hecha caridad, si  es asumida y respetada la diferencia de sus elementos.

 

Pero yo doy un paso más. Para construir, para el trabajo eficaz, para el aplauso a la obra bien hecha, son necesarias las dos manos.

 

Si en una mano, -cinco dedos, cuatro puentes- trazaba la imagen de las nueve Cofradías que integran la Agrupación, como el pentagrama dispuesto a reflejar su armonía,  las cinco Hermandades de Gloria  se me representan como la otra mano. Con ellas se completa el rico mensaje de nuestra religiosidad popular, hecha procesión y canto de la Fe que late en nuestra tierra.

Un “canto a la fe que late en nuestra tierra” es lo que yo quisiera  entonar hoy, en esta mañana de primavera.

Comienzo, a modo de pregón mañanero, voceado por quienes pretenden despertar el interés en posibles curiosos de noticias y efemérides.

 

No pretendo remontarme siglos atrás; ni seguir una exposición cronológica ordenada. Me limito a espigar en la memoria de quienes viven y sienten la  fe en estrecha vinculación con la Semana Santa. Quizá alguno de vosotros, al hilo de mi recorrido, pueda ir desempolvando recuerdos  similares.

 

Acompañadme.

 

¿Recordáis?

 

1.914: El Viernes Santo  sale de  San Sebastián la procesión del Santo Entierro, con once pasos.

1.926: El Viernes Santo un auténtico vendaval  hace que a la Virgen del Socorro se le caiga la corona en el Portichuelo.

Miércoles Santo de 1.928: sale La Virgen de los Dolores con   penitentes

1.929: sale La Cofradía del Consuelo, acompañada del Sto. Cristo de las Penas.

También en 1.929:   el  Jueves  Santo sale por primera, y única, vez en Semana Santa el Señor de la Salud y de las Aguas.

Años 1.931, 1.932 y 1.933:  no salen   procesiones en Antequera.

En 1.934 sale únicamente la Cofradía de Arriba.

1.935 sale por 2ª vez la Cofradía del  Consuelo. La Virgen estrena palio y se procesiona el Santísimo Cristo de la  Misericordia.

En 1.936 no salen procesiones.

Viernes santo de  1.938: Sólo procesionan el Nazareno, de Arriba, el Santo Entierro, del Carmen, y la Virgen de la Paz.

1.943:  se crea la Agrupación de Cofradías.

1.950, el día 19 de marzo, se nombró oficialmente la 1ª Junta Directiva de la Pollinica y ese Domingo de Ramos sale El Señor a su Entrada en Jerusalén.

En 1.951 se funda la Cofradía del Mayor Dolor y procesiona el Miércoles Santo.

El Miércoles Santo de 1.955 sale  el  Señor del Rescate. .

1.956: El día 25  de Marzo se procesiona  el paso de María Santísima de la Consolación y Esperanza.

En 1.960 en el Lunes Santo,   desfila   la nueva Cofradía de los Estudiantes, con los pasos del Cristo Verde y Nuestra Señora de la Vera Cruz, del Real Monasterio de San Zoilo.

1.961:  se procesiona  el paso de Jesús Orando en el Huerto, de la Cofradía de la Pollinica

1.964 : Al Señor del Rescate le acompaña la Virgen de la Piedad

En el mismo año, se procesiona  Nuestro Padre Jesús Nazareno de  la Sangre.

También es rico en anécdotas nuestro pasado reciente

 

¿Recordáis?

 

En 1.948 se produce un accidente en la Plazuela de Santo Domingo, debido al gentío. Un hermanaco  pisa en falso, se vuelca el trono de  la Virgen, que, por fortuna, no llega al suelo.

En 1.951 la Pollinica estrena estandarte blanco,  pintado por Sor Covadonga Sánchez Tomé, de la congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones.

El viernes santo de 1.952, subiendo la cuesta Caldereros, el palio de la virgen del Socorro, roza los cables eléctricos y, debido a la lluvia, se produce una descarga eléctrica que acusan los hermanacos.

En 1.954 la Virgen de los Dolores luce el manto totalmente extendido.

En 1.955  la cofradía de Abajo sustituye la tradicional  túnica de “armadilla” por penitentes

En  1.956  la Cofradía del Mayor Dolor publica su primer número de la revista Pregón.

Luce por  1ª vez flores el paso de la Virgen del Socorro

Los mantos de las vírgenes de la Paz y del Socorro ya no lucen el tradicional pellizco.

En 1.957 se produce un accidente al llegar la Virgen del Socorro a su templo: por el gentío que se agolpa, la citarilla se desprende y  algunas personas resultan heridas.

En 1.960 sale completo el nuevo paso de la Virgen del Consuelo, manto rojo bordado en oro y palio del mismo color.

En 1.961: La Pollinica corre la  “vega”  por la cuesta Zapateros

En 1.962, el domingo de Ramos,  por el fuerte viento cae una tulipa sobre el manto de la Virgen y se prende; es  apagado rápidamente el fuego, pero el manto sufre un grave deterioro.

1.968 la Cofradía de la Pollinica se traslada a la Iglesia de  San Agustín

En  1.970 sale de Santo Domingo el Cristo Verde, la Santa Urna, de San Agustín,  y la Virgen de la Soledad

1.988: El  Viernes Santo  vuelve a recorrer las calles de nuestra ciudad la Cofradía de la Soledad y el Santo Entierro.

 

Hasta aquí mi voceo mañanero de noticias y anécdotas sobre nuestra Semana Santa. Cada cual  tome cuanto, antes o después, ha ido impresionando su memoria y elabore la pequeña o gran historia de sus vivencias personales en estos últimos treinta años. Hagamos entre todos  un relato vivo en este cruce de milenios para dejarlo, como precioso legado, a las jóvenes generaciones.

 

EL RELATO DE LA VERÓNICA

 

Decía al principio, citando el Plan Pastoral Diocesano, que “hablar del catolicismo popular es tocar la realidad religiosa más vasta de nuestro pueblo y referirnos también a su fisonomía espiritual más entrañable [...]; él forma parte de la vida y comunidad de la Iglesia”.

 

En la “Evangelii nuntiandi”, carta magna de la  evangelización, se afirma que esa religiosidad popular “cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de la evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (EN.48)

Por ello me atrevo a pedir prestada mi reflexión sobre nuestra Semana Santa a una figura cuya existencia no consta en los relatos evangélicos y sin embargo está presente en la piedad cristiana desde hace siglos: es la figura de la Verónica. Ninguno de los evangelistas la incluye al narrar la Pasión de Jesús, pero ¿desde cuándo venimos recorriendo el Vía Crucis haciendo mención de ella en la sexta estación?.

 

“LA  VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO A JESÚS”

 

¡Cuánta admiración –durante siglos de Tradición cristiana- para la mujer intrépida que rompe la apretada masa de la chusma  cruel y se adelanta  hasta el Maestro para enjugar  la sangre y el sudor que cubren su rostro!.

¡Cuántos propósitos, viendo el ejemplo de esta mujer, para vencer la cobardía y el respeto humano en la proclamación de la propia fe!.

 

¡Cuánta ternura en la oración ante el lienzo donde Jesús le dejó impresa su Faz sagrada, ese “vero icono” de donde toma su nombre!.

 

¿Historia? ¿Tradición?  Siglos de piedad cristiana sencilla, que se  acerca a Cristo doliente para acompañarlo en su Pasión y para confiarle las “pequeñas o grandes pasiones” que sufre el ser humano en su peregrinar por la vida.

 

¿Historia? ¿Tradición? ¿Pura devoción popular?  Sea lo que sea, y consciente de ello, dejo paso a la Verónica que conocemos: creyente, mujer, testigo de los hechos, mensajera secular del rostro humano del Hijo de Dios.

 

HABLA LA VERÓNICA

 

¿Qué oigo?

 

CRISTO AYER Y CRISTO HOY,

CRISTO SIEMPRE SERÁ EL SEÑOR.

TÚ ERES DIOS Y ERES AMOR

ME HAS LLAMADO, AQUÍ ESTOY.

 

¡Qué razón tienen!  Tú, Señor, ayer, hoy y siempre.

 

¡Qué profético ese ayer de tu imagen niña con la Cruz!  “Niño perdido”, dicen aquí. Yo sé que no eres Niño perdido, sino  Redentor hallado por la fe de los creyentes hasta en tus primeros años. Te rodean de flores y ángeles, te ciñen hermosa corona, te elevan; pero saben que vienes a redimir; por eso dejan en tus manos la Cruz. ¡Qué candor en tu carita de inocencia! ¿Quién podría ver en ella aquel rostro dolorido que me confiaste después?.

 

Tu, Señora, su Madre, Reina de la Paz,  sí conoces el alcance de esa cruz de la infancia. Al principio, cuando fuiste a presentarlo en el Templo, Simeón te aseguró que una espada atravesaría tu pecho: Es tu Cruz  Corredentora, que hiere el corazón humano más cercano al de Cristo y arranca lágrimas de dolor y amor, milagro de ternura y compasión hacia el Hijo divino.

 

¡Ayer, ayer mismo, Señor, estaba yo junto a esa madre que muestra a su pequeño el entusiasmo de verte triunfador –sobre humilde pollino- por las calles de Jerusalén engalanadas de palmas y olivos! ¡Qué voluble ese pueblo! ¿Cómo pudo olvidar, a los tres días, tu amor y tus milagros? Y Tú, Jesús, en tu humildad divina, contemplas bondadoso y  levantas tu mano en bendición hacia los mismos que poquito después te condenaron!  Los niños que aclamaban tu paso llenaban de ternura los oscuros presagios y ponían esperanza segura en el corazón de tu Madre, que contemplaba en cada niño –tan amado por Ti- el futuro plantel de tus  amigos fieles.

 

¡Es tu rostro, Señor, el mismo que en mi lienzo dejaste marcado; aquí sin sangre, pero con la Pasión cercando ya tu imagen!.

 

Abres Tú, cabalgando entre palmas, el cortejo triunfante. ¿Y Tú, Señora, Madre de Consolación y Esperanza? Por Madre, por mujer, ves más allá del  éxito inmediato que el Domingo de Ramos clamorea. Ante tus ojos  aparece un olivo que no es de aclamación gozosa sino  anuncio de noche y agonía. ¡Huerto de Getsemaní! Señora, ¿es de duelo o de gloria, la ramita de olivo que en tu mano sostienes?.

 

¡CRISTO AYER!

 

Me asombra cómo ha plasmado la piedad de siglos aquellos días amargos de la Cruz y la Muerte. Yo te vi, mi Señor, maniatado y llevando en tu sien la corona de espinas, caminar entre burlas y gritos, arrastrando la injusta condena sin defensa que pagara un rescate por  librar tu inocencia. Tu mirada, la que luego dejaste en mi lienzo, no guardaba rencor ni amargura; sólo pena...

 

¡CRISTO HOY!

 

Aquí te llaman CRISTO DEL RESCATE y te lucen, humilde y sereno, por calles y plazas. Aquí toman en serio que el amor desagravia la ofensa; y por eso –me han dicho- besan tus pies  cada marzo, como un acto de fe en tu amor redentor: ¡Eres Tú quien RESCATA, eres Tú quien redime al ser humano, cautivo del pecado!  ¿Qué si es verdad el gesto de este pueblo? Yo lo he visto, Señor: tu pie gastado por el beso amoroso que han ido depositando tus fieles, mayores y pequeños, a lo largo del tiempo. Y aquí saben también que es tu Madre, Madre de la Piedad, la que en trono de flores y luces –oro, blanco y azul- acompasa el avance de tu imagen divina  y hace Blanca tu Cruz al mostrarte a los hijos, que en la Cruz del dolor le entregaste, apiñados en fe y devoción a  tu paso.

 

¡CRISTO AYER Y CRISTO HOY!

u rostro, Señor, el de mi lienzo, lo he visto aquí, en Antequera. Lo vi en tu mirada que en la Oración del Huerto se eleva al Padre: “Hágase tu voluntad”. Lo he visto  asomado a los ojos, firmes y doloridos, de tu imagen atada a la columna; lo he visto en la mirada entreabierta,

Agotada y sufriente, de tu Mayor Dolor; he visto la llamada a compasión en tus ojos, Nazareno Caído. He visto la hondura firme y tierna de tus ojos, Jesús Nazareno de la Sangre, que me ofreces tu Cruz. Y la pregunta herida en esa tu mirada que busca entre la multitud  a los suyos, Dulce Nombre.

A la Verónica  -es lógico- le atraen las expresiones en el rostro de los Cristos, de Cristo, en los diversos momentos de su Pasión.

 

El dolor es tan intenso que Jesús cae  a tierra. Está debilitado por la flagelación y por todos los ultrajes sufridos;  se han burlado de ti; te han humillado, todo se ha unido contra ti. En tu mirada, la de un hombre que está al borde de sus fuerzas, se adivina  la tristeza que te invade. Elevas la mirada, ¿ y qué es lo que ven tus ojos? A tu Madre Santísima del  MAYOR DOLOR.

 

En un  claro de cielo,  aparece María con las manos sobre el pecho, la mirada elevada, fija en Dios.

 

Verónica contempla al Hijo y a la  Madre: ¡qué comunicación de penas, de amarguras, de dolores y de angustias!

 

Ve en el CRISTO VERDE, ese Cristo de la Buena Muerte,  que la muerte es  “un paso,  un puente tendido desde la vida a la Vida “; que la muerte  como paso, representa para el hombre una dimensión de oscuridad que entristece y da miedo.

 

Sobrecoge a Verónica esa Cruz, que, aunque parece alzarse desde la tierra, en realidad cuelga del cielo, como abrazo divino que estrecha al universo.

 

Al contemplar el CRISTO DE LA MISERICORDIA, Verónica reconoce a María, con su presencia discreta, acompañando a  Jesús en el  Calvario; allí, junto a Juan y María Magdalena, sostuvo la esperanza de los apóstoles en la espera de la Resurrección. ¡Cómo le hace revivir la escena el  momento de entrar, ya en el triunfo de San Pedro!

 

Tres horas..., tres largas horas clavado en la cruz. Incluso los minutos se hacen largos cuando se sufre, cuando todo parece perdido. La oscuridad se extiende sobre la tierra. Tú, Jesús, expresas tu desolación interna, la oscuridad, la noche, casi la desesperación. Y expiras. Y yo, Jesús  recojo ese último suspiro

 

¡MADRE DE LA SOLEDAD! La piedad de unos discípulos del Nazareno muerto escaló la  Cruz y amorosamente bajó de ella  el cadáver, que vino a caer  en el regazo de su desconsolada Madre. Como sólo una Madre sabe hacerlo, María examina ese cuerpo que le pertenece  ¡Cómo sería el doloroso y terrible diálogo entre el corazón de la Madre con las heridas del cuerpo de su  Hijo, que parecía dormido en sus brazos!.

 

Ahora sí que  se queda María sola.  Al clamor callejero le sucede el silencio. Todo el mar de sufrimientos y penas se han volcado en María, pero no pudiendo sumergirla, la deja  “izada como una vela negra” entre las dos inmensas soledades, la del cielo y la de la tierra.

 

Su corazón señala como una brújula el sepulcro de su Hijo, a quien llevan muerto los amigos, en un caminar lento y silencio, mucho silencio.. Así andaba ella, su  Madre, en la noche y el día de su soledad.  Ya no está Jesús con ella; es ahora un lirio tronchado y mustio en el bello e impresionante sepulcro que el hombre ha preparado para Él.

 

Poco antes, la  MADRE DEL SOCORRO. Su figura se presenta en la escena sin desmayos; su rostro candoroso y purísimo, bañado en una celestial sonrisa; sus ojos siempre bajos; sus manos reposadas como dos alas que apenas se agitan respirando gracia y candor en toda su compostura y brillando en ella una divina naturalidad, encanto de los ojos y del alma.

 

A Verónica le tiembla el corazón cuando ve que se acerca el Nazareno de Arriba. ¡Como entonces, Señor! Tú  Jesús sigues caminando. Una atmósfera de odio te rodea. Salgo de mi casa y  te  acerco un trozo de tela. ¡Yo no tengo derecho a acercarme!. Tú lo coges y te enjugas el rostro.  Estás cubierto de sangre y sudor.  Lo acercas a tu cara y me lo devuelves. Desde entonces lo tengo como tesoro y  recompensa: en la TELA  sigue impreso tu  ROSTRO.

 

Rostro gemelo con el de su Madre, la Virgen Dolorosa. ¡Cuánto dolor refleja el bellísimo rostro de María SANTÍSIMA DE LOS DOLORES! El acertado toque del artista ha sabido expresar, en el conjunto armónico del trono, “los aspectos más íntimos del hombre, del mundo y de Dios”. Sufre María por el Hijo azotado y siente cada golpe en sus entrañas. Después,  la calle de la Amargura; y Jesús caído y cargado  con la pesada Cruz.

 

Si no fuera tremenda paradoja, yo te diría, Señor, que Antequera vive en Semana Santa una “Pasión de Gloria”:

* El redoble siniestro y el sonar de trompeta que abrían la comitiva hacia el Calvario voceando los delitos del reo, aquí son bandas que acompañan al Paso sembrando el recorrido con marchas de armonía.

* No encabezan la tropa las águilas romanas; son Cruces Guía, algunas hasta procesionadas, Cruz de Jerusalén y Cruz que guías a Cristo muerto -primores de fe y arte-  la primera señal.

* Y lo que fue estremecedor chocar de lanzas  en aquel Viernes Santo primero de la historia, ¡qué distinto en las calles de Antequera!  Son las horquillas, báculo para el cansado andar del hermanaco y firme soporte para mantener elevado el trono.

* El amor de este pueblo ha sabido exaltar a tu Madre:  Aman y admiran a la Señora, firme y serena junto a la SANTA VERA-CRUZ custodian y veneran el maternal misterio de amor y fortaleza, y aprenden en el rostro cruzado por la pena el valor de la Virgen Fiel, que mantiene su entrega hasta consumar el sacrificio que Cristo ofrece al Padre!.

 

Y la visten de gala, levantan su figura sobre magníficas peanas, como sobre un Calvario de Gloria y Redención ya cumplida.  Ella misma es el Monte sagrado y es su manto la ladera bendita por donde, en terciopelo y oro, desliza y  hace llegar la Gracia hasta sus hijos.

 

Ven su gesto y sus lágrimas de Piedad y Esperanza, de Socorro y Dolores; Soledad, Paz            ¿Cuál es Mayor Dolor?    Ven sus manos tendidas, de Consuelo maternal, -¡ES MADRE DEL CONSUELO!- acariciando el alma de sus hijos. Rojo de manto y  palio; blanco de saya y flores: sublime rosa de Pasión  engalanada con el primor de su candelería.

 

Aquí se palpa que “el arte es una forma de mitigar en algo la tragedia”

 

¿Y las manos, Señor?

 

Yo no tengo tus manos en  mi lienzo, pero me las sé. Yo te vi bendecir, multiplicar el pan, acariciar a los niños, limpiar a los leprosos, amasar barro para dar luz a unos pobres ojos ciegos, acoger al enfermo, levantarlas en oración,  partir el pan –tu Cuerpo- y darte a tus amigos.

 

Aquí, en los desfiles procesionales de Antequera, las manos son lenguaje vivo en el mudo pasar de las imágenes:

 

A través de las manos decimos lo que las palabras no llegan a expresar. Así podemos decir que hay todo un lenguaje de las manos. Una mano oportuna  que acaricia te sana. Puesta sobre el hombro por el amigo te sostiene. Las manos salvan. Una mano extendida lo dice todo.

 

¿ Cómo hablan las manos de las imágenes  que se  procesionan en nuestra Semana Santa?

 

Manos que bendicen,

Manos que revelan misericordia,

Manos que descargan, quitan peso;

Manos que sostienen,

Manos que acompañan,

Manos que acarician,

Manos que  consuelan,

Manos que confortan...

 

¿ Y las manos de Cristo resucitado?

 

Estas manos están llenas de humanidad. En su aparición pascual y ante la reacción de sus amigos  dirá: ¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?. Ved mis manos, trae la mano y métela en mi costado.

 

¿No bastó con extender las manos y los brazos en la cruz?

 

Y el Resucitado nos sobrecoge porque también extiende su mano... Esas manos aparecen taladradas. Son un signo pascual para  quienes, tras acompañar su Santo Entierro en la madrugada del Viernes,  celebramos  el Domingo en Jesús de Nazaret, el triunfo de la vida y la verdad sobre la muerte y la mentira.

 

Cuando Jesús llegó al último suspiro su oración era: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. (Lc 23, 46), pero antes se había dejado taladrar sus propias manos.

 

Verónica es mujer, y adivina las manos que aplicaron su arte y su destreza hasta poner la procesión, detalle a detalle, a punto para salir: trono y palio, andas y peanas, flores y ánforas, candelabros y cera, saya y manto, encaje y  mantilla, coronas y potencias, túnicas y cíngulos, pañuelos y rosarios, penachos y varales, campanas, cuerda y almohadillas, ...

...Y la mano certera del Hermano Mayor, que a golpe de martillo,  -o en los clavos, para fijar tus brazos a la Cruz-,  hace vibrar con fuerza la campana que avisa para dar vida al trono en la piña que son sus hermanacos.

 

Martillo y pértiga, campana, voz:

 

¡¡ARRIBA!!

¡¡,ARRIBA Y MUY DESPACIO!!

¡¡ADELANTE, CON CUIDADO!!

¡¡AL BRAZO!!

¡¡AL HOMBRO!!

¡¡AL SUELO!!

 

Y el grito de locura  ¡¡¡A LA VEGA!!!,  que saca fuerza y brío del cariño y la fe, para superar las cuestas y el cansancio.

 

DE NUEVO LA PREGONERA

 

Verónica mezcló voces y manos, tronos, palios, varales y estandartes. Se  admiró de los ricos palios, sostenidos por ocho, diez, doce, y hasta dieciséis varales;  los diez metros y medio por tres y medio, en las andas de la Virgen del  Socorro; los cuatro y veinte de alto en el trono de la Virgen de la Paz;  los casi nueve metros cuadrados de superficie, en el trono de la Virgen de la Piedad.

 

No sale de su asombro cuando sabe que los capiruchos, a quienes tomó en principio por verdugos, son  fieles que, ocultando su rostro penitente, acompañan  el Misterio de Cristo en su Vía Crucis.

 

Las primorosas túnicas que lucen el Hermano Mayor y los campanilleros de lujo, le hacen pensar en la fe de este pueblo, que llevan en su atuendo embellecido la seguridad de la Resurrección en la que termina el Viernes Santo.

 

Verónica sorprendió comentarios y exclamaciones mil de nuestros labios.

 

Cuando más arriba me prestaba su voz para hacer mi pregón ante vosotros, ella (¿lo recordáis?) escuchaba el himno del Año Jubilar que celebramos:

 

CRISTO AYER Y CRISTO HOY

 

Así ha ido viendo aquí  -y reviviendo en el Evangelio-  la Pasión de Cristo, la que ella presenció, según nos cuenta la piedad popular,  y la que hoy ponemos en sus labios.

 

El estribillo del himno continúa así: CRISTO SIEMPRE SERÁ EL SEÑOR.

 

La Verónica también ha visto eso hecho vida en Antequera: Aquí, durante todo el año, durante siglos, Cristo es –y se le llama-  “EL SEÑOR”, el que en un solo trono y un único trayecto, aglutina cada año antequeranos de los cuatro puntos cardinales: EL SEÑOR, el de LA SALUD Y LAS AGUAS, que en su culto y desfile hace de Antequera una sola Cofradía, un solo homenaje, un pueblo de hermanos unidos en la Fe y en el Amor.

 

Por mujer, por creyente, por antequerana  cofrade en la raíz, me gustaría que la mujer Verónica fuese figura real; y escuchar,  en verdad, de sus labios la admiración que nuestras calles y plazas, templos y paisajes despiertan a sus ojos.

 

Me gustaría oírle decir: “Antequera es un lugar para quedarse”.  Cuando la miro me hago esta pregunta, todo lo que estoy viendo ¿es actual o una supervivencia del pasado?.

 

En Antequera los siglos se nos escapan,  hay tantos acumulados que se confunden un poco y van de incógnito. A poco que nos descuidemos, los olvidamos y todo nos parece presente.

 

En  Antequera todo es arte y belleza.

 

En  Antequera  ¡hay tanto por ver y de lo que hablar!

 

Me gustaría oír los mejores consejos  para ser exquisita camarera de ese Cristo -¡Mi Cristo Nazareno de la Sangre- “que da como valioso regalo de su Corazón la Cruz que la eterna Sabiduría de Dios ha previsto desde la eternidad”; que “pesa con sus dos manos la Cruz, para que no sea ni un milímetro demasiado grande, ni un miligramo demasiado pesada” (cfr. S. Francisco de Sales);  ese Cristo de mirada sugerente y paso firme; de rostro en paz,  de Redentor y Amigo.

 

Sea o no histórica la figura de la Verónica, cuanto ella vivió y ha cantado al hilo de estos folios es verdad en el tiempo, porque en el tiempo se fijó límites el Hijo de Dios vivo.

 

Cuanto en el tiempo ocurre está llamado a ser Historia de Salvación. En este tiempo, en esta Historia de Salvación que amanece ya al tercer milenio; en las páginas de esta misma  historia se halla grabada nuestra Semana Santa, con sus luces y sombras. Ya son capítulos entrañables de esta historia los treinta y seis pregoneros que hasta aquí la cantaron.

 

En este nueve de abril del año 2.000, Año Jubilar del Nacimiento de nuestro Redentor, yo, porque vuestra gentileza me eligió para ser Pregonera, os  animo:

 

¡Aprendamos de lo que el tiempo nos enseña, como maestro inseparable de la vida!.

 

GRACIAS MAESTRO

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